viernes, 8 de mayo de 2015

Justo en ese lugar, quizás


Bajo un cielo estelado y una luna menguante, bajo la hierva recién cortada de los jardines de Montjuic. 
Justo en frente de un precioso mirador, donde se divisa toda la ciudad de Barcelona, desde el puerto, hasta más allá de la Torre Agbar.
Ahí, justo en ese lugar, descansa en paz mi amigo Billy.

Si te acercas al mirador y cierras los ojos, puedes sentir el olor de la montaña:
de los restos de hojarasca humedecida, de la corteza agrietada de los pinos piñoneros, de la explanada de césped que invita a reposar en ella, de las Acacias y los Olivos que, bailando con la brisa, crean ese murmullo a bosque que tanto anheló, del Algarrobo, donde, quizás, hace algunos años, le cobijó de una imprevista tormenta, de la madera olorosa de los Cedros y de las Mimosas húmedas, que con notas melosas y afrutadas penetran con su delicado aroma.
Sientiendo, quizás, por un instante, lo que sentía él al volar.
Aunque quizás, nunca estuvo ahí, quizás nunca conoció los Cipreses, ni el olor de las pequeñas alfombras de Viváceas y Gramínias. Quizás, nació en un Platanero resquebrajado, en el núcleo urbano, con olor a asfalto quemado, rodeado de polución e inmundicia, agradeciendo el rayito de sol mañanero y el charquito de agua medio turbia donde darse un pequeño remojón. Quizás, más de una vez comió de los trozos de bocadillo caído de las manos torpes de un niño. Quizás por las noches, desde la rama del árbol, que sobrevive como puede al humo de los tubos de escape en mitad de la glorieta, imaginaba como sería vivir mas allá, donde las montañas. En la arboleda que recorre, a lo largo del camino de tierra, todo el jardín, en las enormes palmeras anidadas, desde donde se oyen los ásperos graznidos incesantes de sus verdigrises hermanos emplumados y en las Jacarardas, que decoran el paisage con sus flores color azul violáceo. 
Pero ahí, justo en ese lugar, descansa hoy mi amigo Billy.

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