domingo, 29 de noviembre de 2015

Volvió



Abro los ojos, veo la pared de mi habitación. Ha perdido el blanco inmaculado y ahora se tiñe de un beige con tonos más oscuros en las esquinas. De la pared, justo en el centro, cuelga un cable medio pelado y al final, una bombilla. En cualquier momento puede apagarse para siempre. Echo la cabeza a un lado y veo lo mismo de cada día, la misma mesita solo que con más polvo. Los rayos del sol hacen el intento de colarse, pero la cortina tupida que puse acaba con ellos.
No tengo nada que hacer. Podría comer, quizás si que tenga algo de hambre. Me ladeo y hago un gran esfuerzo en sentarme en el colchón de mi cama. Que mareo. Me noto la cara inchada y los ojos medio cerrados. ¿Pero que hora és?
Me levanto y medio tambaleándome voy hasta el baño, pienso durante unos breves instantes si debería encender la luz o conformarme con la luz que buenamente consigue entrar de los restos que vagabundean por la casa.
Va! La voy a encender! Uf pero que cara! Me pregunto si las famosas tambien se levantaran alguna vez con esta cara, cuando tengan cincuenta y pocos años claro...
Noto entumecimiento en todo el cuerpo, las piernas y los brazos me pesan. Creo que mi sangre ha adquirido una densidad parecida al plomo. Noto los latidos de mi corazón con fuerza, acaba de resucitar de un estado de calma profunda. Mis manos medio dormidas empiezan a recobrar el sentido del tacto, lo sé por el hormigueo punzante que siento en la punta de los dedos.
Doy cuatro pasos y caigo en redondo en el sofá.
¿Que hago?
Estoy unos 20 minutos meditándolo.
Ah si! Tenía hambre.
Vuelvo a reunir fuerzas sobre humanas y me vuelvo a levantar. Voy hasta la nevera ya mucho mas consciente del hoy y el ahora, aunque sigo sin tener claro que día de la semana es. La abro, no me apetece nada de lo que veo. Quizás en la despensa haya algo apetecible...Voilá! Unas tostadas! Las puedo untar con mantequilla y mermelada y...bueno creo que solas tambien pueden estar bien.
Despues de llenar el buche me tumbo en el sofá.
Me gustaría tener otra clase de vida, lo medito un rato y llego a la conclusión de que todo el mundo dice tener una vida increiblemente productiva, interesante, llena de anécdotas y aventuras, en cambio la mia es todo aburrimiento. De repente me dan ganas de abrir las cortinas de par en par, abrir la puerta de la terraza, salir de un brinco y gritarle al mundo que se prepare, que ahora me toca mover ficha a mi!
En mi cara se dibuja una sonrisa de medio lado solo en pensarlo, pero mis brazos y piernas con densidad sanguínea igual que el plomo me lo impiden.
Quizás algun día....

La penumbra de mi casa me abraza, me deprime, supongo que la depresión es un efecto colateral de estar solo. Me aterra pensar en lo sola que estoy, es hiriente y humillante el imaginarme lo sola que estoy.
Me las como lentamente, masticando demasiadas veces cada bocado. Tengo sed pero me da pereza volverme a levantar, quizás despues. Me tumbo en el sofá y pienso. Respiro profundo, la condensación del aire y el olor a cerrado me producen tos, ahora si que tendré que levantarme a por el agua. Lleno el vaso hasta arriba, el agua me refresca la garganta de tal manera que entiendo perfectamente como se sienten las gotitas frescas de las llúvias de verano que caen refrescando a su paso todo lo que tocan. Seguro que la gente que tiene tantas cosas que hacer no se para a pensar en los pequeñísimos placeres de la vida.

¿Qué cómo he llegado aquí?

¿Sabes lo que es tener entre tus brazos algo más valioso que tu propia vida y ver como cae a un suelo, duro cemento y piedra, sin poderlo remediar?

Piel suave como el terciopelo, calentita, con olor agradable a dulce y pequeño, las sonrisas imprevistas que te hacen sonreir a ti y la ternura infinita de todas las cosas que hace, y yo, con ojeras, extasiada de tantas noches en vela,  sonrío, soy feliz, él me hace la mujer más feliz del mundo. 
Años más tarde despertó ese bebé hecho un hombre, pero algo cambió en él, su mirada perdió la inocencia y ahora se torna turbia. Sus gestos y sus palabras son hirientes y sin remordimientos, han confundido el tono en el que reproducirse y ahora son solo gritos. El respeto se fugó una noche cuando él dormía, cansado de vivir escondido. 
Ahora lloro, mi vida, mi mundo, mi bebé, sigue siendo él, pero ahora me hace daño. ¿Que hice mal? ¿En que me equivoqué? Durante años me pasé guardando cariño en mi corazón y me he pasado toda su vida dándoselo sin reparar en si quizás fuese demasiado. Se lo he entregado todo y ahora no me queda nada.
A mis pasos solo les sigue mi sombra y la penumbra que acecha a los que en su corazón ya no tienen un hogar.
Ahora nada tiene sentido si su sonrisa no se refleja en mis ojos, creo que nunca volveré a saborear la calidez de estar entre sus brazos, solo tengo soledad. Mi mirada se ha vuelto turbia también, no creo en la compasión ni en la caridad. Solo me queda la esperanza. La esperanza de que llegue el día que me venga a buscar, en que me diga que lo siente, que recapacitó y decidió ir a curarse al centro, que me quiere, que no sabía lo que hacía cuando se fue, que me echa de menos y que volverá conmigo.
Volveremos a dar paseos por el parque bajo la sombra de los árboles. 
Volveremos a hablar de lo que hemos hecho durante el día. 
Volveremos a cantar canciones mientras damos saltitos ridículos y que nos lo encantaba hacer. 
Volveremos a inventarnos planes increibles para hacer y que al final nunca saldrán como esperábamos. 
Volveremos a hacernos compañía en todas nuestras travesías. 
Volveremos a hacernos de cojín, de pañuelo para secar las lágrimas, de 'aguantadero', ese artilujio que se utiliza para aguantarlo todo mientras te pones el abrigo o te atas las zapatillas.
Volveremos a escribir en palabras las situaciones vergonzosas y a cerrar en el cajon de la discrección a cal y canto. Volveremos a sonreir, a mirarnos a los ojos y a estar seguros los dos, juntos. Volveremos a encontrar la paz de estar los dos en el mismo mundo y ser felices. Volveremos a ser madre e hijo.


Mientras tanto, sigo en el que un día fue un hogar y ahora es prisión, donde mis lamentos como carceleros no me dan tregua y entre los barrotes, con forma de cortina tupida, sigo viendo colarse temerosamente los rayos del sol. 
Amanece cada día y anochece tiempo despues. Solo quiero que pasen rápido los días pero aun no se para qué. ¿Para que acabe qué? o ¿Para que empiece qué? 
Los días pasan y nada ni nadie rompe mi rutina. 

-¿Que? ¿Quien será?
No entiendo porqué el cartero sigue picando a mi piso, nunca le he abierto, siempre suelo soltárle un sermon a gritos donde le culpo por haberme despertado. Quizás hoy sea un día diferente. Creo que hoy le abriré la puerta amablemente, solo por diversión.
-Si? (con el dedo sobre el botón de abrir puerta preparado)
-Mama, soy yo